Una jornada de sol radiante, nubes simpsonianas y un siesta desconcertante.
¡Sol!
Espectacular primer domingo de Feria. Mucha gente se acercó a curiosear, es un gustazo verles pasear y disfrutar del día de sol, con unas nubes simpsonianas que acechaban pero no prometían lluvia.
¡Y seguimos recibiendo visitas! vino Pilar de la óptica del Realejo, también vinieron Carol y Chechu, nuestra vecina Celia, Noelia, Inma y Antonio. Nuestra compañera Carmen de la Librería del Lorca, mucha gente, ¡es un subidón!
Llegamos a la caseta con muchas Citas a Ciegas con un Libro a cuestas, preparadas para que las escribamos. Suele gustaros bastante el jueguito de no saber qué libro es hasta que no lo compráis, por lo que hicimos nuevas, in situ.
Una chica compró uno y yo no me acordaba qué libro era. Alberto dijo: «no, tú no sabes qué libro es», y ya me picó la curiosidad. La chica dijo: «si quieres, lo abro ahora mismo». Y lo hizo (perdón por el vídeo, se pixela bastante):
Algunas Citas a Ciegas que hicimos en la caseta para reponer, ¡que nos las quitan de las manos, oiga!
Hoy domingo, en nuestra caseta, no tenemos firmas, descansamos un poco. Nos dedicamos de lleno a hablar de los libros que más nos gusta.
Lo que sí tuvimos es la compañía de la manifestación pro Palestina, que la vimos pasar por la Acera del Darro.
Al mediodía nos fuimos a comer, y luego pasamos por la librería para reponer libros para esta tarde.
Comimos en el Papaupa, nuestra segunda casa durante el año, pero más durante la Feria: proveedores de comida, tecitos para la garganta, cervecitas fresquísimas y amor del bueno.
Y nos dice Paco, su propietario: «¡Pero si habéis salido en el periódico!»
«Entre las firmas de la mañana, destacó la de Raúl Quinto»… fóh, tremendo, ¿eh?
No hagáis esto en vuestras casas.
Nos fuimos a casa un rato para descansar y nos quedamos dormidos: nos dormimos a las 16:55 y a las 17:33 nos despertamos, cuando la Feria abre a las 17:30 por la tarde. Niñas: no hagáis esto en vuestras casas.
Todo fue sobresalto, no nos conocíamos mutuamente ni sabíamos qué día era, ni quiénes éramos. Alberto se empezó a reír de mi sin parar mientras yo le decía: «vete andando que yo bajo en bici a la caseta». Como seguía desconociéndome, desconociéndose a sí mismo y desconociendo todo a su alrededor, víctima del susto por despertarse tarde, cogió la bici y se fue con ella raudo hacia la Feria.
No entendió nada.
Cuando llegué a la Feria, y en cuanto me miró a la cara, volvió a estallarse de risa en mi cara: tenía tres clientes en la caseta y seguía tan dormido como antes. Creo que la gente no se dio cuenta, por lo que empecé a reír yo.
Esto pasa cuando empiezan a pasar los días de Feria: el cansancio te hace no entender nada. En nuestro caso, nos da por reírnos, más no podemos hacer. Así que si un día nos veis que nos da la risa floja y larga, que sepáis que es por eso.
Tened piedad de nosotras, por favor silvulplé, no hay mucho más que hacer al respecto.
Por la tarde, más visitas: Ingrid y Carmen, vecinas del Realejo, que llegaron tardísimo para ver a Blue Jeans (estuvo ayer en la Feria); nuestra compañera Noa de librería El Asterisco con sus bellos peques… y un caballero que decía que era economista, hacía las descuentos de los libros de cabeza, y nos pidió que le dijéramos el precio de muchos libros, solo para hacer la cuenta mental. Porque, de comprar libros, res de res, a pesar de decir que estaba divorciado y podía gastar mucho dinero (no entendimos ese comentario, caballero, buenas tardes). Menos mal que mi padre, para ese momento, había traído agua caliente para tomar mate y, al menos, pudimos digerir con unos matecitos tanta locura.
Mi padre, toma tres mates y se aburre. Yo, me puedo tomar un termo entero solita y sola.